LA AVENTURA DE SER MAESTRO
Por Karen Bonilla Santamaría
Este escrito de José M. Esteve, trata a grandes rasgos las diferentes experiencias que se pueden vivir en la profesión docente, especialmente de secundaria, cómo es posible que el sujeto que ejerce la docencia encuentre en ella un espacio de recreación y esparcimiento, o por el contrario, que esta experiencia se convierta en una pesadilla de que esperamos con ansiedad despertar.
Toda la narrativa gira , mas que nada en base a la experiencia personal del autor, primero contándonos sobre cómo fue su iniciación en la cátedra, llena de inseguridad, ansiedad y miedo de tratar con adolescentes, con el paso de los años, los ensayos y errores lo hicieron evolucionar poco a poco hasta lograr la libertad de mostrarse como un sujeto que, si bien no es perfecto, ni lo sabe todo, si puede estar al servicio de sus alumnos, personas que él considera como el centro de toda enseñanza.
Concibe a la educación como un proceso de interacción, en donde tanto los alumnos como los maestros aprenden a · pensar y sentir”, en un proceso de continua interacción donde se van intercambiando y compartiendo vivencias, porque hay que recordar que se trabaja con seres humanos, subjetivos, individuales, llenos de formas distintas de concebir la realidad, la escuela, es pues, un espacio de socialización que enriquece a los diferentes actores educativos, pero esta interacción solo puede tomar tintes significativos si el docente se dispone a lograrlo y disfrutar intensamente las diferentes actividades realizadas.
Los contenidos que el maestro expone, fueron en un principio interrogantes que intrigaron a algún hombre, y es precisamente esa curiosidad la semilla que debe cultivarse en las mentes los chicos, sin interrogantes relevantes, relacionadas con el mundo circundante, el aprendizaje puede tornarse monótono, lejano, hasta un tanto irreal. Por eso según el autor “el objetivo es ser un maestro de humanidad”, porque sólo estimulando la curiosidad, característica ligada al sentimiento, es posible tocar las textura de la abstracción.
La renovación pedagógica es la forma de dar vitalidad a la enseñanza, esta renovación se toma como un egoísmo del maestro, porque independientemente de su interés por enseñar también debe existir la motivación por disfrutar el dar clases a diferentes generaciones sin que cada año se presente el mismo escenario, no para los educandos, sino para el maestro mismo. Es realmente revitalizante cambiar las dinámicas de trabajo y enfrentarte cada ciclo escolar con expectativas nuevas que requerirán de depuraciones purificantes e innovadoras, un egoísmo positivo encaminado hacia propia estimulación del profesor.
Sin embargo, no todo es color rosa, existen diversas dificultades que pueden entorpecer nuestro recorrido hacia el disfrute pleno de la docencia, el primero de ellos es la inconsistencia de la entidad profesional. El autor, nos hace una observación muy oportuna sobre el contraste de las bases teóricas con la cruel realidad de las escuelas, por ejemplo, la motivación, que todos sabemos y consideramos un rango muy importante para generar disposiciones al aprendizaje, pero, no existen manuales que te muestren paso a paso formas infalibles para motivar a los chicos, este manual, por supuesto jamás existirá, al menos uno 100% eficaz, por el hecho de que cada uno de ellos es muy diferente psicológicamente, emocional y contextualmente, jamás habrán métodos infalibles que proporcionen las conductas deseadas, esto es precisamente lo que le da sentido a la enseñanza, el trabajar con materia humana capaz de ofrecerte siempre cosas nuevas, de lo contrario nuestra labor se nos mostraría demasiado mecanizada, experiencia que no cualquiera está dispuesto a soportar.
El modelo del profesor ideal se encuentra navegando en la mente del maestro novato, pero a este al poco tiempo se le descubre como un espejismo en el desierto de la incertidumbre, ese profesor utópico que se encuentra en un punto de equilibrio total entre la rigidez que llena de temor, y la suavidad excesiva, causante de libertinaje ,aquel que puede desprenderse de sus problemas que como humano padece para entrar al aula y tomar su nuevo papel, ese profesor justo, amable, respetado y estereotipado que sirve como inspiración de superación a todos sus aprendices, pronto se derrumba ante el primer error cometido por nuestro principiante, el cual tiene la opción de tomarlo como un estigma de su falta de capacidad y resignarse a vivir con ello o , por el contario, un ensayo que no tuvo los resultados esperados pero que funciona como aprendizaje en nuestro intento mas o menos fallido de perfección.
Otro aspecto que se aborda como un obstáculo es la falta de preparación de los docentes de secundaria en escuelas especializadas para ello, la mayoría son profesionales de otras materias que desarrollan en ellos capacidades que poco o nada tiene que ver con la educación, ellos son investigadores, personas expertas en una área muy específica de las ciencias o letras, y por accidente llegan frente a un grupo, donde su función es mucho más abarcativa y general ,”deben saberlo casi todo”, y no sólo saberlo sino también transmitirlo adecuada y armónicamente”. Aunado a otras responsabilidades como la obtención de una disciplina basada en el respeto y no en el temor, esto por supuesto, por vía del diálogo y el razonamiento con los alumnos, que además de ser adolescentes son “seres esencialmente razonables”, capaces de contribuir al logro de acuerdos que regulen la convivencia y faciliten el trabajo.
La comunicación e interacción idóneas, son en cierta medida producto de la capacidad innata de expresión del ser humano, mas, pueden y deben desarrollarse, aun sin poseerlas originalmente, porque el verdadero maestro debe visualizarse a sí mismo como un intermediario entre la ciencia y los alumnos, su interpretación es riesgosamente influyente en la forma de interpretar de los jóvenes puesto que él es, en muchas ocasiones la única ventana para imaginar y reflexionar diferentes atmósferas existentes en el mundo entero, las cuales, como es obvio, no se encuentran a su entera disposición tangiblemente.
Precisamente para hacerlos imaginar es imprescindible conocerlos, saber cuáles son sus puntos de partida, lo que previamente saben para poder sujetarse y emprender el viaje que se adentre cada vez más al concepto sobre el cual se trabaja.
Como podemos percatarnos, la lectura concibe a la función docencial como una tarea muy encrucijada y difícil de esclarecer, a menos así lo ve el maestro que la relata, porque comprende una gran cantidad de retos tanto intelectuales, emocionales y afectivos que se debe ir afrontando el maestro, esculpiendo mediante ensayos y errores ese trazo del profesor ideal grabado en su conciencia, pero sobre todo creerse el hecho de que puede lograrlo. Este logro lo incita a la constante innovación y autoanálisis que poco a poco lo vallan convirtiendo en un ser que se ve a sí mismo como libre, capaz de desatarse de sus miedos y tambaleos, esa valentía y orgullo que permitirán vivir la más enriquecedora y reconfortante aventura: ¡“la aventura de ser maestro”!
Por Karen Bonilla Santamaría
Este escrito de José M. Esteve, trata a grandes rasgos las diferentes experiencias que se pueden vivir en la profesión docente, especialmente de secundaria, cómo es posible que el sujeto que ejerce la docencia encuentre en ella un espacio de recreación y esparcimiento, o por el contrario, que esta experiencia se convierta en una pesadilla de que esperamos con ansiedad despertar.
Toda la narrativa gira , mas que nada en base a la experiencia personal del autor, primero contándonos sobre cómo fue su iniciación en la cátedra, llena de inseguridad, ansiedad y miedo de tratar con adolescentes, con el paso de los años, los ensayos y errores lo hicieron evolucionar poco a poco hasta lograr la libertad de mostrarse como un sujeto que, si bien no es perfecto, ni lo sabe todo, si puede estar al servicio de sus alumnos, personas que él considera como el centro de toda enseñanza.
Concibe a la educación como un proceso de interacción, en donde tanto los alumnos como los maestros aprenden a · pensar y sentir”, en un proceso de continua interacción donde se van intercambiando y compartiendo vivencias, porque hay que recordar que se trabaja con seres humanos, subjetivos, individuales, llenos de formas distintas de concebir la realidad, la escuela, es pues, un espacio de socialización que enriquece a los diferentes actores educativos, pero esta interacción solo puede tomar tintes significativos si el docente se dispone a lograrlo y disfrutar intensamente las diferentes actividades realizadas.
Los contenidos que el maestro expone, fueron en un principio interrogantes que intrigaron a algún hombre, y es precisamente esa curiosidad la semilla que debe cultivarse en las mentes los chicos, sin interrogantes relevantes, relacionadas con el mundo circundante, el aprendizaje puede tornarse monótono, lejano, hasta un tanto irreal. Por eso según el autor “el objetivo es ser un maestro de humanidad”, porque sólo estimulando la curiosidad, característica ligada al sentimiento, es posible tocar las textura de la abstracción.
La renovación pedagógica es la forma de dar vitalidad a la enseñanza, esta renovación se toma como un egoísmo del maestro, porque independientemente de su interés por enseñar también debe existir la motivación por disfrutar el dar clases a diferentes generaciones sin que cada año se presente el mismo escenario, no para los educandos, sino para el maestro mismo. Es realmente revitalizante cambiar las dinámicas de trabajo y enfrentarte cada ciclo escolar con expectativas nuevas que requerirán de depuraciones purificantes e innovadoras, un egoísmo positivo encaminado hacia propia estimulación del profesor.
Sin embargo, no todo es color rosa, existen diversas dificultades que pueden entorpecer nuestro recorrido hacia el disfrute pleno de la docencia, el primero de ellos es la inconsistencia de la entidad profesional. El autor, nos hace una observación muy oportuna sobre el contraste de las bases teóricas con la cruel realidad de las escuelas, por ejemplo, la motivación, que todos sabemos y consideramos un rango muy importante para generar disposiciones al aprendizaje, pero, no existen manuales que te muestren paso a paso formas infalibles para motivar a los chicos, este manual, por supuesto jamás existirá, al menos uno 100% eficaz, por el hecho de que cada uno de ellos es muy diferente psicológicamente, emocional y contextualmente, jamás habrán métodos infalibles que proporcionen las conductas deseadas, esto es precisamente lo que le da sentido a la enseñanza, el trabajar con materia humana capaz de ofrecerte siempre cosas nuevas, de lo contrario nuestra labor se nos mostraría demasiado mecanizada, experiencia que no cualquiera está dispuesto a soportar.
El modelo del profesor ideal se encuentra navegando en la mente del maestro novato, pero a este al poco tiempo se le descubre como un espejismo en el desierto de la incertidumbre, ese profesor utópico que se encuentra en un punto de equilibrio total entre la rigidez que llena de temor, y la suavidad excesiva, causante de libertinaje ,aquel que puede desprenderse de sus problemas que como humano padece para entrar al aula y tomar su nuevo papel, ese profesor justo, amable, respetado y estereotipado que sirve como inspiración de superación a todos sus aprendices, pronto se derrumba ante el primer error cometido por nuestro principiante, el cual tiene la opción de tomarlo como un estigma de su falta de capacidad y resignarse a vivir con ello o , por el contario, un ensayo que no tuvo los resultados esperados pero que funciona como aprendizaje en nuestro intento mas o menos fallido de perfección.
Otro aspecto que se aborda como un obstáculo es la falta de preparación de los docentes de secundaria en escuelas especializadas para ello, la mayoría son profesionales de otras materias que desarrollan en ellos capacidades que poco o nada tiene que ver con la educación, ellos son investigadores, personas expertas en una área muy específica de las ciencias o letras, y por accidente llegan frente a un grupo, donde su función es mucho más abarcativa y general ,”deben saberlo casi todo”, y no sólo saberlo sino también transmitirlo adecuada y armónicamente”. Aunado a otras responsabilidades como la obtención de una disciplina basada en el respeto y no en el temor, esto por supuesto, por vía del diálogo y el razonamiento con los alumnos, que además de ser adolescentes son “seres esencialmente razonables”, capaces de contribuir al logro de acuerdos que regulen la convivencia y faciliten el trabajo.
La comunicación e interacción idóneas, son en cierta medida producto de la capacidad innata de expresión del ser humano, mas, pueden y deben desarrollarse, aun sin poseerlas originalmente, porque el verdadero maestro debe visualizarse a sí mismo como un intermediario entre la ciencia y los alumnos, su interpretación es riesgosamente influyente en la forma de interpretar de los jóvenes puesto que él es, en muchas ocasiones la única ventana para imaginar y reflexionar diferentes atmósferas existentes en el mundo entero, las cuales, como es obvio, no se encuentran a su entera disposición tangiblemente.
Precisamente para hacerlos imaginar es imprescindible conocerlos, saber cuáles son sus puntos de partida, lo que previamente saben para poder sujetarse y emprender el viaje que se adentre cada vez más al concepto sobre el cual se trabaja.
Como podemos percatarnos, la lectura concibe a la función docencial como una tarea muy encrucijada y difícil de esclarecer, a menos así lo ve el maestro que la relata, porque comprende una gran cantidad de retos tanto intelectuales, emocionales y afectivos que se debe ir afrontando el maestro, esculpiendo mediante ensayos y errores ese trazo del profesor ideal grabado en su conciencia, pero sobre todo creerse el hecho de que puede lograrlo. Este logro lo incita a la constante innovación y autoanálisis que poco a poco lo vallan convirtiendo en un ser que se ve a sí mismo como libre, capaz de desatarse de sus miedos y tambaleos, esa valentía y orgullo que permitirán vivir la más enriquecedora y reconfortante aventura: ¡“la aventura de ser maestro”!
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