Antonio Van Leeuwenhoek nació en 1632, en Delft, ciudad de Holanda. Provenía de una familia fabricante de cestos y de cerveza. A partir de los cuarenta años, no sabiendo más que el idioma holandés, se dejó guiar por su carácter curioso a través de los ojos, la reflexión y criterio, que permitirían conocer la razón de alguno males ocasionados por los desconocidos microbios.
Así pues, se dio a la tarea de escudriñar el arte de elaborar lentes que dieran a sus ojos la posibilidad de ver con mayor amplitud aquello que escapa al ojo humano común.
Inició así el tallado de lentes con sus marcos correspondientes, logrando con ello acaparar la burla de las personas cercanas, pero también la enorme sorpresa que halló al observar infinidad de material a través de sus microscopios. He allí cuando Reigner de Graaf, miembro correspondiente de la Real Sociedad, antes The Invisible College, se acerca a mirar por el microscopio e impulsa a Antonio Van Leeuwenhoek a mostrar sus hallazgos. De tal forma que comunicaba mediante cartas. Un día, llevado por su ímpetu observó una gota de agua de lluvia donde observó al lado de su hija unos bichitos que armaban jolgorio en dicha sustancia. Sin embargo, una cualidad que lo distinguía era la desconfianza, pues ella le permitió no dejarse llevar por lo primero que veía, sino que persistía e incluso buscaba explicaciones sobre el origen de los bichos, lo cual contribuyó a que incursionará en la experimentación.
La Real Sociedad recibió con asombro tales descubrimientos y en vista de que Antonio Van Leeuwenhoek se negó a vender uno sólo de sus microscopios Roberto Hooke construyó uno, con lo cual comprobó que el conserje tenía razón, así que desde entonces fue nombrado individuo número y pasó a enviar sus observaciones a la Real Sociedad, pero siempre cuidando con exagerada desconfianza sus instrumentos de observación.
Hombre incansable que experimentaba hasta en su propia persona. Encontró a los animalejos por doquier pero nunca atribuyó a ellos la causa de algún mal o quizá no creía que causaran algún daño. Aunque hay que reconocer que Antonio Van Leeuwenhoek atribuía o al menos relaciona sus descubrimientos con la voluntad de Dios. Murió en 1723, a la edad de noventa y un años.
Su descubrimiento marcó el inició en el conocimiento de un mundo microscópico hasta entonces desconocido; así mismo la invención del microscopio abre el camino para futuras observaciones. Es pues, el iniciador en el estudio de la existencia de un microcosmos en donde la vista no permite dar cuenta de ella, para dar respuesta a muchos padecimientos, por ello Paul de Kruif lo presenta como el primer cazador de microbios.
Bibliografía:
Kruif, Paul de (2008). Capítulo I. Antonio Van Leeuwenhoek. El primer
cazador de microbios en Los cazadores de microbios. Ediciones
Leyenda, México, pp. 3-20
Así pues, se dio a la tarea de escudriñar el arte de elaborar lentes que dieran a sus ojos la posibilidad de ver con mayor amplitud aquello que escapa al ojo humano común.
Inició así el tallado de lentes con sus marcos correspondientes, logrando con ello acaparar la burla de las personas cercanas, pero también la enorme sorpresa que halló al observar infinidad de material a través de sus microscopios. He allí cuando Reigner de Graaf, miembro correspondiente de la Real Sociedad, antes The Invisible College, se acerca a mirar por el microscopio e impulsa a Antonio Van Leeuwenhoek a mostrar sus hallazgos. De tal forma que comunicaba mediante cartas. Un día, llevado por su ímpetu observó una gota de agua de lluvia donde observó al lado de su hija unos bichitos que armaban jolgorio en dicha sustancia. Sin embargo, una cualidad que lo distinguía era la desconfianza, pues ella le permitió no dejarse llevar por lo primero que veía, sino que persistía e incluso buscaba explicaciones sobre el origen de los bichos, lo cual contribuyó a que incursionará en la experimentación.
La Real Sociedad recibió con asombro tales descubrimientos y en vista de que Antonio Van Leeuwenhoek se negó a vender uno sólo de sus microscopios Roberto Hooke construyó uno, con lo cual comprobó que el conserje tenía razón, así que desde entonces fue nombrado individuo número y pasó a enviar sus observaciones a la Real Sociedad, pero siempre cuidando con exagerada desconfianza sus instrumentos de observación.
Hombre incansable que experimentaba hasta en su propia persona. Encontró a los animalejos por doquier pero nunca atribuyó a ellos la causa de algún mal o quizá no creía que causaran algún daño. Aunque hay que reconocer que Antonio Van Leeuwenhoek atribuía o al menos relaciona sus descubrimientos con la voluntad de Dios. Murió en 1723, a la edad de noventa y un años.
Su descubrimiento marcó el inició en el conocimiento de un mundo microscópico hasta entonces desconocido; así mismo la invención del microscopio abre el camino para futuras observaciones. Es pues, el iniciador en el estudio de la existencia de un microcosmos en donde la vista no permite dar cuenta de ella, para dar respuesta a muchos padecimientos, por ello Paul de Kruif lo presenta como el primer cazador de microbios.
Bibliografía:
Kruif, Paul de (2008). Capítulo I. Antonio Van Leeuwenhoek. El primer
cazador de microbios en Los cazadores de microbios. Ediciones
Leyenda, México, pp. 3-20
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