“Para mí es mucho mejor captar el universo como es en realidad que persistir en el engaño, por muy satisfactorio y reconfortante que sea”. Carl Sagan, 1997
La ciencia es un cúmulo de conocimientos obtenidos a través del tiempo, así como una manera de pensar, posee un objeto de estudio, un sistema que le permite demostrar la veracidad o falsedad de las hipótesis que propone, es decir, es falible, también modificable o flexible, con apertura a nuevos descubrimientos, de tal manera que busca la objetividad, siendo en su camino una ventaja la imaginación y la disciplina que demuestran quienes la construyen.
Finalmente la ciencia busca explicar y entender los fenómenos de la naturaleza, descubrir la forma en que se constituye el cosmos y las interacciones que se dan dentro de él. Es así, como surgen ciencias humanísticas, sociales, naturales, entre otras, pero la que nos ocupa en este texto son las ciencias naturales, específicamente física y química, aclarando que para efectos de estudio hay una separación entre ellas, pero la realidad muestra que hay una interrelación e interdependencia entre una y otra, e incluso con otras, como la biología, y las que tienen que ver con la sociedad, porque a fin de cuentas la ciencia termina dando beneficios al cosmos social y éste es una totalidad.
En este sentido podemos decir que la sociedad requiere conocimientos sobre ciencia, toda vez que ésta está cada vez más presente en todo momento y lugar así parece necesario hacer que los estudiantes accedan a ella, ya que el no saber sobre ciencia es hablar de “analfabetismo científico”, el cual hace referencia a la ignorancia sobre los fenómenos naturales que rigen la vida y todo cuanto realiza la ciencia misma, Sagan la define como “la incapacidad de comprender los mecanismos más sencillos de la ciencia, tanto los conceptos científicos como sus objetivos y los procedimientos de la ciencia”.
Y este trae consigo grandes consecuencias, aunque pudiera creerse que la vida fluye normalmente sin ciencia, aunque se piense que es innecesario el bagaje científico, pero cuando centramos la atención en lo que ocurre cuando desconocemos las explicaciones de los fenómenos, comprendemos “realidades” y no mitos, pues como Sagan (1997) destaca, es “peligroso y temerario” que el ciudadano siga ignorando procesos como el calentamiento global, la reducción del ozono, la contaminación, la deforestación, entre otros grandes problemas que la ciencia ya ha alertado, y que al parecer suenan ajenos a la vida de la gran mayoría.
Es entonces cuando la educación básica obligatoria encuentra su cometido, y es en la secundaria donde se concretan los últimos peldaños de una formación, en caso de que no se continúe estudiando, por ello es menester concentrar los esfuerzos que generen una conciencia de la importancia científica. No obstante hay que ser realistas, y es que nuestros alumnos en vez de asimilar las teorías y modelos científicos enseñados en clase, siguen interpretando el mundo con base en explicaciones intuitivas o culturales que son ajenas a la ciencia. Pareciera que es más fuerte lo que aprende fuera de la escuela, que lo que hace dentro, ello en parte lo atribuyo al hecho de la utilidad del concepto, es decir, dentro de la escuela se le puede dar a saber y comprender el funcionamiento real de un aparato o qué provoca cierto acontecimiento natural, empero se esto se realiza en una sola clase o sesión, no se reitera a diario o continuamente lo revisado, y resulta que los esquemas intuitivos ajenos a la ciencia son más útiles porque en la sociedad donde se encuentra todo mundo lo considera como verdadero, esto es, allá afuera se reitera en todo momento explicaciones falsa de la realidad que se arraigan en la mente del alumno.
Y aunado a lo anterior, tenemos que desafortunadamente imperan algunas actitudes y creencias inadecuadas mantenidas por los alumnos respecto a la naturaleza de la ciencia y a su aprendizaje, entre las que podemos enumerar: que aprender ciencia consiste en repetir todo cuanto el maestro dice, pues si es ciencia es cierto lo que explica, además llega a creer que no hay que encontrar sus propias respuestas, pues llega a pensar que la ciencia es objetiva e infalible; los científicos son personas muy inteligentes y raras que viven encerrados en su laboratorio, y que lo que hacen no nos sirve en la vida diaria; y para otros el conocimiento científico trae consigo siempre una mejora en la forma de vida de la gente, desconociendo los efectos negativos que puede traer consigo. Es entonces la ciencia un arma de dos filos cuando se desconoce su naturaleza y cuando llega a estar en manos inadecuadas, pues en sí la ciencia no es buena ni mala, es una herramienta que el ser humano utiliza, a veces beneficiando y otras perjudicando. El alumno requiere comprender ambas posturas.
La ciencia nos da un alertamiento sobre los riesgos que plantean las tecnologías que alteran el mundo, sobre todo aquellas que van en detrimento de la supervivencia de los seres vivos en el planeta, de ahí que hayan nacido grupos ambientalistas, pero como contraparte tenemos que los lideres políticos parecen padecer de analfabetismo científico, pues tal como Cereijido (2010) dice “no resulta insólito que un gobierno tercermundista, anegado en el más triste analfabetismo científico declare con sincera buena voluntad “Yo, en lugar de que nuestros científicos malgasten nuestro magro presupuesto en estudiar agujeros negros que se comen una galaxia… preferiría utilizarlo para que los niños de mi patria coman alguna proteína”.” Notamos con esta cita, que hasta los políticos consideran a la ciencia como algo que ajeno a la sociedad, con el espacio exterior en este caso, porque no pensar que la ciencia podría ayudar a que “coman una proteína”, como la cita lo menciona, ya que se podrían buscar alimentos económicos pero con alto grado nutritivo, precisamente quien determina esto es “la ciencia”.
Pero antes de seguir enumerando beneficios, cabría mencionar en un breve paréntesis la forma en que en las escuelas secundarias se enseña ciencia, o mejor dicho, qué ha hecho la escuela que se ha suscitado un pánico generalizado a este ámbito de estudio, ya que se tiene la idea de que es difícil y abstracta, e incluso inútil. Y considero que si bien tiene grandes beneficios, sea a nivel sociedad, o personal como el desarrollo de conocimientos, habilidades y actitudes, antes hay que superar la enseñanza autoritaria, y sustituirla por una verdadera educación de los individuos, dejar de transmitir exclusivamente conceptos abstractos (enciclopedismo) y preocuparnos por la vida de la que formamos parte; “acumular conocimientos [y enseñar formulas sin aparente sentido real] es nuestra esencial preocupación cuando debería ser la de contribuir a formar personas” (García, 1997).
Algo que llama la atención es el desarrollo de actitudes, y Pozo y Gómez (2001), señalan tres tipos de ellas que deben promoverse en los alumnos con la enseñanza de la ciencia:
a) Actitudes hacia la ciencia: entre las que destacan el interés por aprenderla y las actitudes especificas, tales como el gusto, respeto al medio ambiente, sensibilidad y actitud crítica ante los problemas que plantea el desarrollo de la ciencia.
b) Actitudes hacia el aprendizaje de la ciencia: ello tiene que ver con la cooperación entre sus compañeros, lo cual se puede notar cuando se realizan los proyectos de investigación en telesecundaria, si y solo si es en equipo, sugerencia incluso marcada por el libro del maestro; solidaridad que se ve reflejado en los proyectos, y por supuesto en cualquier actividad que implique la construcción de un concepto, sea en equipo o de manera grupal; también señala la importancia de que el alumno aprenda de un modo constructivo, adoptando un enfoque profundo y reflexivo, y no superficial o de memoria.
c) Actitudes hacia las implicaciones sociales de la ciencia. Ello tiene que ver con el aprendizaje significativo, critico y reflexivo, pues se orienta a que el alumno valore críticamente los usos y abusos de la ciencia, identifique la relación entre el desarrollo de la ciencia y el cambio social.
Por lo antes mencionado, me apoyo nuevamente en García (1997) que de alguna manera nos dice que parte de lo que podamos lograr con la enseñanza de la ciencia depende de nosotros, es por ello que requerimos dar una clase mostrando un entusiasmo o pasión, como prefiero llamarla yo, cuando explicamos algún fenómeno, evitar “atiborrar” al alumno de conceptos para un examen, es decir, erradicar esa cultura de memorización donde lo que se retiene pronto se olvida al no tener mayor sentido para el estudiante, pues lo que éste quiere es aprobar más que aprender, entonces llegamos a la necesidad de un aprendizaje constructivo, es decir, uno que ocurra al tomar como base la relación entre información nueva por aprender y la información previa ya existente en la estructura cognitiva del alumno, hallando la forma que haya significado, sentido y sobre todo utilidad de lo que se enseña dentro del aula.
Reconociendo que el alumno no es una caja vacía, podemos fijar un punto de partida, buscando que siempre todos converjan en un mismo punto de llegada. Es cierto que al cuestionar lo que el alumno conoce acerca de un tema hallaremos conceptos cercanos a la realidad y otros totalmente erróneos, y es allí donde la ciencia, tal como nos dice Machold (1995) sustituye conceptos cotidianos (imprecisos o incorrectos) por conceptos científicos, siendo un gran avance cuando el alumno logra cambiar sus esquemas mentales y desarrollar sus propias explicaciones, cuando cuestiona su entorno, identifica su papel como agente de cambio.
Por supuesto, hay que tener cuidado con los conceptos que introducimos, pues lejos de lograr que el alumno comprenda, podríamos confundirlo o “asustarlo” con el lenguaje técnico, por ello Dolf (1995) hace énfasis en que el maestro utilice términos del lenguaje común en un sentido totalmente distinto, de una forma gradual hasta que el alumno se acostumbre a la nueva terminología.
Además de conceptos, el alumno adquiere una serie de habilidades que contribuyen a la conformación de la integralidad, fomentando un espíritu científico, ello no lo entiendo como un paso para crear científicos, sino para impulsar un aprecio por la ciencia, como el sendero que ha de señalar la ruta de supervivencia, es decir, la ciencia puede dar las pautas para recuperar el planeta que parece estar cayendo en un vórtice de destrucción, pues cuenta con los elementos suficientes para entender lo que sucede, pero para lograrlo precisa de la participación informada y concientizada de la sociedad, y es aquí donde observamos un papel importante de la educación secundaria y la enseñanza de la ciencia, sea física, química o biología, pues tenemos en nuestras manos la posibilidad de convertir a los alumnos en agentes activos de un cambio en pro de nuestro planeta, y por ende de su propio beneficio.
Es por lo antes mencionado que en un orbe que se complejiza a cada día, se exige al nuevo ciudadano estándares de competencia más elevados, de tal forma que pueda aprender de forma permanente, sabiendo convivir de manera armónica, y ello será posible en la medida que se cambien prácticas educativas que lejos de favorecer una formación integral, y en este caso, una valoración de la importancia de la ciencia, se genera un rechazo y una aceptación simulada.
Es menester superar los modelos rígidos, dando apertura a varias vías de solución de parte de los alumnos, pues interesante observar la manera en que resuelven un problema, incluso a veces muestran un procedimiento que nunca hubiera pasado por la mente del maestro, son los jóvenes un mar de creatividad y el limitarla a esquemas donde se hace lo que el maestro dice no es válido, o al menos ya no debería serlo. Y hablando de problemas sería pertinente diversificar los contextos en los que se plantea, pues sucede cuando al alumno se le cambia un dato o una palabra ya no saben qué hacer, además el plantear un mismo problema en momentos diferentes puede dar señales de los nuevos conceptos que el joven ha adquirido. Ello representa un reto, sugiere compromiso de parte del docente.
Reconozco que estar frente a un grupo exige de mi parte preparación y el uso de estrategias y procedimientos, tanto de mi parte, como aquellas que busco que el alumno lleva a cabo, como medio que facilite su aprendizaje, por tanto me permito sugerir algunas que pudieran ayudar a adquirir información, interpretarla, comprenderla y comunicarla, esto con base en Pozo y Gómez (2001): tomar apuntes y notas de cualquier explicación, sea del maestro o de algún compañero, subrayar lo esencial de un texto, buscar información en diversas fuentes, repasar, decodificar gráficas y tablas o bien elaborarlas, extraer ideas principales, comparar un fenómenos con otro, exponer oral o escritamente, argumentar y justificar sus propias opiniones.
En definitiva, la ciencia en la escuela secundaria se erige hoy día no como una disciplina más sino como una necesidad para formar un ciudadano apto para interpretar su realidad, tener las aptitudes para manejar las nuevas tecnologías que día a día crecen, así como ser capaz de elevar su nivel de vida. Pero para ello se precisa de una renovación profunda, que implica no sólo el cambio en las prácticas haciendo cosas sin saber por qué, más bien se precisa de una revolución comprometida, donde el maestro se actualice y se interese verdaderamente por el desarrollo y aprendizaje de sus alumnos.
Bibliografía:
Cereijido, Marcelino (2010). Los dramas del analfabetismo científico en La Crónica de Hoy, consultado el 18 de marzo de 2010 en: http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=490118
García Fernández, Horacio (1997), “Reflexiones en defensa de la química. Contra la quimiofobia”, en Genética para el futuro, México, Facultad de Química-UNAM (Esto es química, ¿y qué?), pp. 162-166.
Machold, Dolf K. (1995), “¿Vale la pena enseñar física?”, en SEP, La enseñanza de la Física en la escuela secundaria. Lecturas, México, pp. 115-120.
Díaz Barriga y Hernández citados por López Portillo. Esther, De lo significativo del aprendizaje. Recuperado el 21 de abril de 2008 en: http://sepiensa.org.mx/contenidos/2004/d_significativo/signi_1.htm
Pozo Municio, Juan I. y Gómez Crespo, Miguel A. (2001). Aprender y enseñar ciencia. Del conocimiento cotidiano al conocimiento científico. Morata, S. L. Tercera edición (reimp) Madrid, España
Sagan, Carl (1997), “A mis profesores”, “Lo más preciado” y “Ciencia y esperanza”, en El mundo y sus demonios. La ciencia como una luz en la oscuridad, México, SEP (Biblioteca para la actualización del maestro), pp. 11-15, 17-39 y 41-58.
No hay comentarios:
Publicar un comentario